(En la ruta del Bicentenario de Chile)
Los países se identifican principalmente por sus banderas, pero dicen mucho más de sí-mismos por sus escudos. Aprovechamos las próximas celebraciones del Bicentenario de la Independencia en Sudamérica por abordar este tema, con el ejemplo de la simbología nacional chilena.
El primer escudo nacional se estableció durante el gobierno de José Miguel Carrera, en 1812. Fue diseñado sobre un óvalo; en el centro tenía una columna que representaba el Arbol de la Libertad; sobre la columna se observaba un globo terráqueo; sobre el globo, una lanza y una palma cruzadas, y sobre éstas una estrella.
De pie junto a la columna, a un lado un hombre y al otro una mujer, ambos indígenas. En la parte superior, este escudo llevaba un lema el latín -"Post tenebras lux"- que significa "Después de las tinieblas, la luz", y en la parte inferior, otro, también en latín -"Aut consiliis aut ense"-, que significa "O por consejo o por espada". En 1817, surgen dos nuevos escudos. El de junio de ese año, simplemente conserva la columna, el globo y la estrella sobre un óvalo, que en su parte superior lleva impresa la palabra "Libertad". En octubre, se crea otro semejante al anterior, al que se le agrega dos banderas cuyos mástiles se entrecruzan, y desaparece la palabra "Libertad".
La bandera de la independencia llevaba este mismo escudo en su centro, aunque con las modificaciones de 1817. La bandera actual tiene los mismos colores pero no lleva escudo y la estrella ha sido simplificada y enderezada.
El actual escudo fue aprobado por el Congreso nacional el 24 de junio de 1834, a pedido del presidente Prieto y su ministro Joaquín Tocornal. Está diseñado sobre un fondo figurativo cortado en dos campos: azul el superior y rojo el inferior, con una estrella blanca en el centro del fondo. Sobre el fondo figurativo va un penacho o plumaje tricolor: azul, blanco y rojo, y por soportes lleva un huemul a la derecha y un cóndor a la izquierda, cada uno con una corona naval dorada.
Fuentes:
- Revista Icarito
- Chile en cuatro momentos, 1810 III, Ed.El Mercurio